Guillermo Tagle

Paños fríos, para un frío Polar

Fuerte ha sido el golpe de la crisis de La Polar, para el sector financiero, la industria del retail, los consumidores...

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Viernes 17 de junio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Fuerte ha sido el golpe de la crisis de La Polar, para el sector financiero, la industria del retail, los consumidores y en su evolución reciente, para el mundo político y social.

La Polar era uno de los casos de éxito empresarial más destacado de los últimos tiempos. Una empresa construida a partir de las cenizas de una situación de crisis, que en pocos años logró tomar una posición muy atractiva en la atención del consumidor chileno de clase media que en general, tenían poco acceso a los canales de financiamiento bancario tradicional. En poco más de diez años, se construyó una marca potente, una red de distribución con llegada a las principales ciudades de Chile, una masa crítica de clientes y también, un plan de expansión que ya ha empezado a crecer en el mercado internacional con operaciones en Colombia.

En esto estaba la empresa cuando empezaron a cundir las preocupaciones por la calidad de su cartera de colocaciones. Primero, empezó a “sorprender” la capacidad de La Polar de mantener colocaciones promedio por cliente muy superiores a los estándares de sus competidores. La segunda alarma ocurrió cuando se produce el reporte de resultados 2010 y se anuncia la necesidad de realizar provisiones extraordinarias, no esperadas por el promedio de los analistas. La tercera señal fue la baja en el rating de riesgo para su deuda. Por último, culmina este proceso, la noticia de una demanda colectiva, presentada por un grupo de clientes, que reclama haber sido reprogramado sin consentimiento. A partir de ello vino el torbellino de eventos por todos conocido, que tiene en este momento, suspendidas las transacciones de valores de la empresa y desatada una polémica pública de gran envergadura, con pocos visos de parar.

Vale la pena destacar que, el epílogo de este lamentable episodio, depende en buena medida de lo bien o mal que se administre la crisis actual. La Polar es todavía una empresa en marcha (y esperamos así continúe). Tiene a la fecha 1,6 millones de tarjetas vigentes; son muchos más los clientes con su situación al día que los reprogramados. En ella trabajan 8.300 personas, en 43 tiendas en Chile y una en Colombia. El valor principal de esta compañía (como es en la mayoría de los casos) está en ese intangible que resulta de la combinación adecuada de productos, ubicaciones, marca, trabajadores y sistemas operativos. La empresa tiene activos que bien gestionados son capaces de generar flujos, que a su vez son vitales para poder pagar sueldos, cumplir obligaciones vigentes y como siempre en última instancia, producir excedentes que retribuyan la inversión de sus accionistas. En orden de precedencia, si aquí hubo fallas mayores que generen pérdidas, los primeros en perder sus derechos y valor, son los accionistas. Antes de que se gatillara la crisis, esta empresa tenía una capitalización bursátil superior a los US$ 1.300 millones. Ese es el “valor compañía” disponible para cubrir las pérdidas (en valor económico) que puedan surgir de una mala gestión crediticia. En condiciones “normales” no debería existir riesgo de insolvencia (la empresa debiera ser capaz de pagar sus deudas en los tiempos y plazos adecuados). Sin embargo, una mala gestión de la crisis, puede producir un problema de liquidez. De seguir creciendo el excesivo ruido de prensa, el “protagonismo” político y la confusión de prioridades que hemos visto en estos días, los buenos clientes dejarán de comprar (los deudores dejarán de pagar), los proveedores dejarán de abastecer, los trabajadores perderán su trabajo y ya nadie podrá resolver el problema. La principal tarea de este momento, en resguardo de todos los actores involucrados, tiene que ser permitir y promover que la empresa mantenga su marcha. Dar la mayor celeridad posible a las investigaciones de la situación financiera, para dar tranquilidad a los acreedores y estabilidad a la actividad comercial.

La investigación sobre las posibles faltas, la identificación de responsabilidades y penalidades, se podrán resolver con mejor consecuencia, si en el transcurso de ellas no se afecta ni interrumpe drásticamente, lo que hoy pueda ser el “normal” funcionamiento de una empresa en marcha. Es la responsabilidad que cabrá asumir a las autoridades financieras y judiciales, que tendrán que actuar en los próximos días. Las empresas quiebran y desaparecen por problemas de liquidez, no de solvencia. Las estampidas y los pánicos mediáticos, producen justamente problemas de liquidez, no de solvencia.

El despliegue mediático que hemos visto en los últimos días en torno a este caso, no es la medicina más adecuada para resolver de buena forma esta grave situación.

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